sábado, 28 de febrero de 2009

Salivas respectivas


Hoy quiero hablar de muchas cosas.Hay muchos temas con los que me despacharía a gusto, pero voy a elegir uno, o esto se puede convertir en un popurrí,casi como cuando María Patiño habla: comenta de todo,pero no dice nada. Así que me voy a ceñir a un único asunto al que últimamente le doy bastantes vueltas: las bocas.

El asunto es que las bocas son casi lo más representativo de una persona: uno es lo que dice y lo que calla. Lo que besa, lo que come, lo que bebe, lo que fuma. Y todo ello gracias a Doña Boca. Y lo más importante: un sólo orificio en la boca puede enamorar y volver loco al más frío.

¿Por qué? ¿Qué tiene una boca? ¿Es por todas las funciones que cumple?

Una vez me enamoré de una boca.Y esa boca, en sueños, me besaba. Cuando me encontraba de frente con esa boca, la mía se abría,cobraba vida propia sin hacerme caso,balbuceaba,no encontraba las palabras,sonreía porque sí. Lo mejor vino cuando pude oír cantar a esa boca divina y ya no la olvidé. Porque esa boca se reía- y se ríe-como nadie.Esa boca me muerde el cuello,el alma,la voz,las orejas,el aburrimiento,las cosquillas.

Yo no sé qué es lo que tienen las bocas.Por qué nos apetece hacer algo tan vulgar como poner dos lenguas juntas con sus respectivas salivas.Pensándolo fríamente,es algo repulsivo y poco higiénico.Pero existe algo químico,espiritual,físico o de origen infuso que hace que nos apetezca.


Dándole la vuelta a la tortilla,una boca puede hacernos rechazar a toda una persona: ¿quién no se ha encontrado con dientes que parecen cepillados con café? O con una boca que parece un teclado de piano,diente aquí,hueco allá.Terrible. Por eso admiro el valor de los dentistas,esos intrépidos exploradores bucales, que meten sus narices en toda clase de grutas faciales.


El caso es que una vez me enamoré de una boca.
Esa boca me habló.
Le habló mi boca.
Y desde entonces no quiero besar otra. Me parece que el por qué...es secundario.

lunes, 9 de febrero de 2009

Viceversa


Damas y caballeros: olvidemos las desgracias y sintámonos afortunados, porque tenemos la gran suerte de heredar las magníficas y revolucionarias novedades inventadas en otros países, en especial por nuestros amigos los obamianos (los estadounidenses, por si queda duda):la Thermo Mix, la Mini Pimer, la Black Berry, el iPod, la butaca masajeadora, y el más amenazante y poderoso monstruo que jamás haya inventado la raza humana: el reality show.

Vamos por partes y aclarando términos: un reality show es un programa emitido en televisión-o en su defecto en internete- que dice mostrar la realidad. O sea sé, un supuesto (y recalco lo de supuesto) reflejo de nuestra sociedad. Ahora bien, si la familia de la puerta de enfrente es el vívido reflejo de los especímenes que acuden al Diario de Patricia, si resuelve los conflictos cotidianos a ladridos, como hacen nuestros grandes hermanos, si son tan infantiles como los pegasaltos de la nueva edición de Fama y tienen tanta materia gris como los divinos del culmen de la estupidez humana, que tiene por nombre Mujeres y Hombres y viceversa, me voy a plantear llamar al camión de la mudanza.

¿Es que nadie más se da cuenta? Señoras y señores: cuando vamos a reposar el postre al sofá, cafecito en mano, y encendemos la caja tonta, hay alguien que pretende entretenernos presuponiendo una poca o nula inteligencia. Tan poca que trata de hacernos creer que las escenas que protagonizan esos seres encerrados entre cuatro paredes son normales, hasta el punto en que la grosería y la incultura son perfectamente toleradas. De modo que llegará el día en que nadie se escandalice con los gritos, los tacos, los cuernos, los hijosputa, los tuputamadre, los portazos. Porque estaremos del todo vacunados.

A fin de cuentas, espero que aquello que pretende ser reflejo de la sociedad no termine invirtiendo la relación causa-efecto, de manera que la vida real sea el espejo de lo que ocurre en televisión.

Por Dios, por House, por Madona, ¡rebélense! Ya no por educación, ni por principios ni demás palabrería moral. Hagámoslo por orgullo, para que los guionistas no se mamoneen de nuestro aburrimiento post-comidil. Incorpórense del cómodo sofá y del atontamiento previo a la siesta. Tomen el mando como si fuese la espada láser de Luke Skywalker y cambien a otro canal.

Seguro que los lémures y los babuinos de los documentales son mucho más instructivos. Y civilizados, por supuesto.